Entre el 50 y 60% de las sorderas tienen un origen genético, pero existen otras causas como algunas complicaciones o comportamientos durante el embarazo (rubeola, herpes, rubeola, sífilis, diabetes u otras) que pueden originarla.
Además, el sufrimiento fetal o la prematuridad en el parto, así como los partos difíciles y prolongados son factores de riesgo y predisponen al niño a la sordera. Y después del nacimiento, patologías como otitis, paperas, sarampión o meningitis pueden dañar el oído.
Por eso, para que tu niño sea capaz de captar los sonidos es muy importante que antes de nacer se haya formado el oído externo (la oreja y el tímpano), el oído medio formado por unos huesecillos, y el oído interno, donde los sonidos se transforman en estímulos nerviosos.