El bebé de 11 meses cuenta en su repertorio lingüístico con más de cinco palabras. En esta edad el niño emplea idénticas palabras que el adulto, pero no les atribuye el mismo significado.
Sin embargo, a medida que va progresando en este proceso, los significados que va atribuyendo a las palabras se van aproximando a los significados atribuidos por el adulto.
Estas simplificaciones del lenguaje adulto que se observan en esta edad, según Stampe e Ingram (1976), se deben atribuir al intento de reproducir las palabras del adulto y no a la imperfección de las percepciones auditivas del niño. Tales simplificaciones pueden consistir en:
Síntesis de un segmento o trozo del habla adulta: «caca» para decir: «mamá, dame bacín».
- Sustitución: dice «topa» en vez de decir «sopa».
- Sustituye la fricativa /s/ por la oclusiva /t/, que es más fácil de articular.
- Supresión: dice «.opa» en vez de «sopa».
De esta forma el niño se ve obligado a simplificar el lenguaje adulto, sin que esto signifique que no comprenda, sino que su capacidad expresiva es todavía bien limitada. Empero, según algunos especialistas, a los 11 ó 12 meses el niño suele articular ya sus primeras «palabras» de dos sílabas directas: «mamá», «papá», «caca», «tata», dando inicio a la siguiente etapa denominada lingüística o verbal, sustituyendo progresivamente el lenguaje gestual y «superando» la simplificación del lenguaje adulto a medida que va incrementando su léxico.
Con respecto a la aparición de la «primera palabra», cabe aclarar que esto depende del momento en que los padres lo identifiquen como tal y de lo que entienden por «palabra», ya que las unidades de significación que el niño emplea se corresponden con segmentos del habla adulta.
El niño de esta edad (un año) suele ocupar el centro de la atención de la familia, cuyas acciones, gracias y ocurrencias suelen ser festejadas y aplaudidas, reforzando la conducta, que tenderá a repetir una y otra vez. Esto es bueno porque ayuda al niño a sentir y vivir su propia identidad. Además, el intercambio gestual mímico y verbal de sus comunicaciones con el adulto, acompañado de la conducta de «dar y tomar», permite el desarrollo mayor del lenguaje.