Temor o miedo intenso persistente a objetos o situaciones claramente identificables y circunscritas, como el miedo intenso a los ratones. La exposición al estímulo fóbico produce una respuesta inmediata de ansiedad, esta repuesta puede presentarse como un ataque de pánico, llanto, irritabilidad, inhibición, parálisis o abrazos.
A diferencia de los niños, los adolescentes, pueden reconocer que el temor es excesivo o irracional. En la mayoría de los casos el estímulo de fobia se evita. Este conjunto de síntomas genera alteraciones en el funcionamiento escolar, social o familiar. El temor identificado debe durar al menos seis meses para ser considerado una fobia en lugar de un temor transitorio. El objeto del miedo puede ser la propia anticipación del peligro o daño inherente al objeto o situación, por ejemplo el temor a viajar en un avión debido al miedo de estrellarse, temor a los perros por miedo a ser mordido, temor a la sangre por la posibilidad de desmayarse, miedo a las aglomeraciones por el temor de perder el control y gritar en público.
El tipo de fobia puede ser a un animal o insectos, ambiental (alturas, oscuridad, tormentas, precipicios, agua), sangre, inyecciones, daño, situacional (aviones, espacios cerrados) y otros tipos (payasos o personas disfrazadas), pueden ser producto de la fantasía del niño como personajes irreales, fantasmas, duendes y brujas. Se trata pues de un miedo intenso, incontrolable a un estímulo en particular y quien lo padece no se puede controlar ni puede ignorar el estímulo.