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La diarrea

Definimos la diarrea como un aumento del número de las deposiciones, siendo estas de consistencia blanda o líquida, malolientes, de color verdoso o amarillento, que pueden tener moco o restos de sangre y de un volumen mayor al habitual, dando lugar a una pérdida de agua y electrólitos en cantidad superior a la normal, con el consiguiente peligro de deshidratación. Además el niño puede presentar dolor abdominal como retortijones, fiebre más o menos alta, nauseas y vómitos.

Diarrea en niños

En nuestro medio es una de las patologías más habituales en el niño dado que su causa fundamental son las infecciones tanto víricas (rotavirus en invierno) como bacterianas (salmonella en verano), cuadros de fácil diseminación en el medio escolar lo que ocasiona brotes en guarderías y colegios que incluso pueden afectar a las personas adultas que conviven con los niños, por lo que el lavado de manos debe de ser una norma habitual y obligatoria en los cuidadores siempre que aseen a un niño o a una niña que presente diarrea. Por otro lado, alimentos en mal estado o cuadros de alergia alimentaria pueden ser los responsables de esta patología. Es importante el realizar un estudio bacteriológico de las heces (coprocultivo) y descartar la existencia de virus como el adenovirus o el rotavirus, así como la presencia de un parásito intestinal denominado guardia lamblia que puede ocasionar un cuadro de deposiciones líquidas.

Ante una diarrea deberemos consultar siempre con nuestro pediatra, sobre todos si el niño o la niña es menor de un año por el mayor peligro de deshidratación y malnutrición. Como lo que se produce fundamentalmente es una pérdida de líquidos por las heces, deberemos rehidratar al niño utilizando los llamados sueros de rehidratación oral que existen en las farmacias y no utilizar ni soluciones caseras, ni colas, ni zumos azucarados. Las fórmulas de rehidratación nos repondrán el agua y las sales minerales que se pierden con dicho proceso, siendo importante el ofrecerlas en pequeñas cantidades y de forma frecuente, ya que el vómito suele estar presente, y deberemos mantenerlas en un ambiente fresco para que no se contaminen, agitándolas previamente para que contenga siempre la cantidad de sales necesarias en cada sorbo.

No deberemos demorar la introducción de alimentos, esta será lo más precoz posible siendo muy importante no mantener un ayuno prolongado e innecesario, ya que el reposo intestinal y la ingesta inadecuada pueden perpetuar la diarrea aumentando el riesgo de malnutrición. Si el niño tiene hambre y lo tolera puede comer lo que desee, la tendencia actual es el uso de una dieta normal para la edad del paciente evitándose los alimentos y las bebidas con alto contenido en azúcares.

Si el lactante está tomando pecho, deberemos seguir con la lactancia materna sin restricciones. Si toma lactancia artificial, no deberemos diluirlas ni ofrecer fórmulas sin lactosa ya que en la mayoría de casos no presentan ninguna ventaja, solo utilizaremos dichas fórmulas si existe una intolerancia a la lactosa demostrada, al igual que utilizaremos una fórmula semielemental si la diarrea se complica o es producida por una intolerancia a las proteínas de la vaca.

En principio no utilizaremos medicación, salvo que sea un cuadro bacteriano y debamos de dar un antibiótico. Los antidiarreicos a excepción del racecadrotilo no están indicados.

Si el niño presenta sequedad de boca, ojos hundidos, piel seca, ausencia de lágrimas, gran decaimiento y sobre todo que orina poco, deberemos acudir sin demora a un centro hospitalario ya que nuestro hijo presenta una deshidratación que posiblemente tenga que ser tratada con sueros intravenosos.

Para terminar quiero hacer mención a un cuadro denominado diarrea crónica inespecífica que afecta sobre todo a lactantes entre los 15 y los 24 meses en la que los niños alternan fases de diarrea con deposiciones normales, mantienen un estado general bueno y la curva ponderal no se suele afectar. El cuadro puede durar incluso meses, cura sin tratamiento por lo que no está indicado el uso de fármacos o dietas especiales. Los cultivos de heces son negativos y no se evidencia mejoría con la supresión de ningún alimento. Ante este cuadro frecuente solo cabe esperar su resolución espontánea bajo el control del pediatra.

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