Los niños no se levantan un día diciendo “voy a ser desobediente”. Su comportamiento se debe al modelo de autoridad ejercido por sus padres: encontramos adultos autoritarios, demasiado contemplativos o negligentes.
Padres autoritarios. Un niño que aprende a obedecer en base al castigo será criado en un ambiente autoritario, dejará de actuar o hacer determinadas tareas pero nunca entenderá las razones. Lo contrario sucede en los hogares donde la voz de mando se muestra en la enseñanza de valores, diferencian lo bueno de lo malo y aprenden a convivir en armonía.
La desobediencia tiene relación con la rebeldía infantil. Un niño pequeño se irrita con facilidad cuando su opinión jamás es tomada en cuenta y solo es el adulto quien toma la decisión final. Como resultado encontramos niños resentidos, inseguros, con baja autoestima
Padres condescendientes. Temores absurdos ocasionan que la figura de autoridad se debilite hasta desaparecer. Los progenitores prefieren ser amigos de sus hijos y consentirlos antes de educarlos con firmeza y disciplina.
Padres negligentes. Existe un desinterés total en la educación del niño, incluso el vínculo afectivo es mínimo. Los pequeños crecen buscando cariño en amigos con iguales carencias. Son chicos con poca tolerancia, bajo rendimiento escolar y graves problemas de conducta.