Has superado con éxito la prueba del primer embarazo, tu primer hijo está sano y feliz, y ahora llega el momento de plantearse la conveniencia de que tenga un hermanito. No olvides que, desde el primer momento, los hermanos pueden convertirse en los mejores compañeros de juegos.
El intervalo de tiempo entre el nacimiento de los hermanos es vital a la hora de determinar la relación entre ellos e incluso la formación del carácter de cada niño. Mientras que el primogénito suele ser el hijo más deseado, también sufre la inseguridad de unos papás «novatos», que volcarán todas sus expectativas e ideales en él. Recibir una atención casi exclusiva por parte de los papás, los abuelos y el resto de familiares facilita el desarrollo y maduración del primer hijo en los aspectos intelectuales, pero a la vez puede darse una situación de sobreprotección que le impida desarrollar su independencia.
Cuando nace el segundo hijo, se encuentra con unos papás con experiencia y seguridad, y un hermano mayor que le dedica atención y es un estímulo para el desarrollo de sus habilidades motrices. A partir del tercer hijo, aunque sean bien recibidos, los niños suelen ser no planificados, y tienden a desequilibrar la familia. Estos hijos suelen ser el más vulnerable desde el punto de vista psicológico, pero también más felices, pues reciben el cariño de más adultos.
Si el niño nace en último lugar y con un intervalo de seis años con respecto a su anterior hermano se le considera el benjamín. En este caso, el niño es casi como un hijo único, ya que no puede compartir juegos ni actividades con sus hermanos mayores, que funcionan como adultos desde su punto de vista. El benjamín suele ser un niño inteligente, pues recibe una gran estimulación intelectual por parte de sus hermanos, pero caprichoso y manipulador.
Tener hermanos resulta muy útil para que los niños aprendan a relacionarse entre iguales. El hijo único tiene todas las ventajas de ser primogénito (dedicación exclusiva de los papás y familiares, estimulación, desarrollo intelectual precoz), pero también todos los inconvenientes (expectativas de los papás, sobreprotección). Sus relaciones están más cerca del mundo de los adultos, por eso al hijo único puede resultarle difícil adaptarse al colegio y a los juegos de equipo.