Muchos padres usan los castigos para disciplinar a sus hijos cuando sus actitudes escapan de lo correcto. Sin embargo ¿hasta donde se debe llegar si tenemos ese objetivo, acaso no les estamos haciendo un daño?
Los especialistas señalan que los padres no deben ser tan severos con las fallas de sus niños, más aún si son muy pequeños y se valen del castigo físico como la forma ideal para corregirlos.
Castigar a los niños constantemente (sin excepciones) puede hacer que pierdan la confianza en sus padres o profesores, su autoestima disminuye, y si son muy sensibles muestran desde sus primeros años estrés o ansiedad.
Algunos pequeños mienten para no recibir el castigo, se vuelven agresivos, intolerantes y se alejan de sus padres conforme van creciendo. Otros bloquean su creatividad, son asustadizos e inseguros cuando deben tomar decisiones.
Si bien, los padres encuentran en los castigos la manera más rápida para acabar con una mala conducta, es solo momentánea, lo ideal es cultivar la comunicación con los niños, haciendo que surja el respeto mutuo entre padres e hijos.