Si tu niño ha sufrido un corte o una herida, lo primero que debes hacer es comprobar la magnitud de la herida.
Si la herida no es grave, debes lavarte bien las manos con agua y jabón, y luego debes lavar la herida de tu pequeño sin frotarla, con abundante jabón suave y agua templada. Debes asegurarte de que la herida haya quedado limpia y libre de partículas, que puedan provocar infección y formación de cicatrices.
Puedes colocar una tirita, gasa o venda para cubrir el área afectada, pero jamás debes emplear algodón porque sus fibras pueden introducirse o pegarse a la herida. Además, debes revisar diariamente la zona afectada para mantenerla limpia y seca.
Por otro lado, si te das cuenta que la herida es profunda, lo primero que debes hacer es mantener la calma y tranquilizar a tu hijo para que todo salga bien. Lo más probable es que te encuentres con una hemorragia, la cual debes controlar de inmediato elevando la zona del sangrado por encima del nivel del pecho para reducir el flujo sanguíneo y presionando firmemente la herida con una venda, hasta que se detenga la hemorragia.
Una vez que haya cesado la hemorragia, lavar con agua y jabón y aclarar con agua fría. Coloca un vendaje sobre la herida, sin apretarlo mucho, ya que probablemente esa zona se hinchará.