Los castigos son saludables para la crianza de los niños si se aplican con mesura, considerando el tipo de reprimenda y la edad del pequeño.
Existen 3 formas diferentes para hacerlo: Castigar quitándole al niño lo más preciado para él (TV, música, internet, deporte), obligarlo a retirarse a otro ambiente después de su mala conducta (silla del pensador, ir a dormir); y la menos apropiada reside en emplear el castigo físico para buscar un cambio inmediato en el menor.
Si tu niño persiste en las mismas actitudes puede ser por 2 razones: estás siendo muy severa con él o por el contrario demasiado permisiva. Por ejemplo ¿qué haces cuando rompe sus juguetes o raya las paredes? una alternativa es no reponer sus elementos de juego, o advertirle que los guardarás si los sigue golpeando. Otra opción es enseñarle a ver la consecuencia de su comportamiento: limpiar las paredes lo hará reflexionar.
La idea es darle la libertad de elegir, lo cual será igual a mostrarle lo que resulta de su enfado, personas lastimadas o juguetes dañados, por ejemplo. Mientras grites o seas brusca con él en nada lo ayudarás a reflexionar, reincidirá en su conducta o la reprimirá.