No es extraño que el niño siga mordiendo a partir del primer año. A esta edad está aprendiendo y no sólo experimenta con las buenas maneras, también lo hace con actitudes agresivas, como los mordiscos o los puñetazos.
La actitud del niño debe tenerse en cuenta dentro de su contexto. El niño está aprendiendo a relacionarse con el mundo y empieza a hacerse un hueco en él. Y los mordiscos y otras actitudes agresivas forman parte de su aprendizaje.
Los papás no deben tomárselo a la ligera y deben corregir al niño para que aprenda dónde están los límites, pero al mismo tiempo no hay que darle más importancia de la que tiene.
A esta edad, no existe la intención de hacer daño: por un lado el pequeño no se da cuenta de lo que está haciendo y aún no es capaz de dosificar la energía de sus reacciones. Por el otro, no se le puede dejar actuar libremente con el riesgo de que hiera a otros niños.
¿Cómo corregir al niño que muerde?
Lo mejor es distraer a los dos pequeños «litigantes» ofreciéndoles otra buena alternativa sobre la que concentrarse y empezar a explicar que ese comportamiento no está bien.
De todos modos, no hay que olvidar que a esta edad la capacidad de comprensión del niño es limitada.
Como cuando el niño es más pequeño, es importante reprenderlo con un no firme y decidido y no reir o alabar este comportamiento.