Ya cerca de los 4 años, el niño está preparado para separarse de su ambiente, integra normas de higiene y conductas sociales primitivas y sabe que la separación no implica perder a su madre. Para ello debe poder controlar su agresión a la vez que defenderse, evitando conductas que lleven a reprimendas.
Con respecto a la motricidad, ya ha adquirido su motricidad fina por lo que es capaz de dibujar o copiar un círculo, una cruz, se viste sin ayuda, anda en triciclo sin dificultad, realiza construcciones.
En ocasiones es llamativo el exceso de seguridad en sí mismo: podemos observar cómo tienen sus propios gustos o preferencias.
Esto puede resultar tramposo para un adulto desprevenido y es que el niño se muestra con este grado de seguridad porque «sabe» que tiene detrás toda una familia o un entorno para respaldarlo.
Es de esperar que el lenguaje se torne más elaborado; muchas veces intentan comprometer a los padres en una conversación por ejemplo repitiendo de una u otra forma una o varias preguntas sobre determinado tema. Esto al tiempo que hace que sus padres dediquen su tiempo a ellos, también viene a colmar esa sed de información como si a través de la repetición terminaran por comprender o asimilar un suceso
En este período es habitual el interés por los atributos de bondad y maldad que ven en las personas, por supuesto que en función de su propia seguridad y placer personal. Esto muchas veces lo vemos aunque no lo manifiesten verbalmente, en el rechazo a que determinadas personas les hablen o saluden y a menudo se debe a interpretaciones que ellos hacen de situaciones.
En este plano de bondad y maldad también vemos la relevancia que empiezan a cobrar personajes del mundo de la fantasía: súper héroes, hadas, brujas, etc. Por lo anterior también es habitual que a esta edad empiecen a interesarse por determinadas reglas, «lo que se puede» y «lo que no se puede», pero siempre en un grado de simplicidad que le brinde al niño un sentimiento de estabilidad y de orden.