La fobia social infantil se caracteriza por miedo acusado y persistente a situaciones sociales o actuaciones en público por temor a quedar mal o que se burlen.
La exposición a estos estímulos produce angustia y síntomas neurovegetativos como palpitaciones, temblores, sudoración, molestias gastrointestinales, diarrea, tensión muscular, enrojecimiento y confusión que pueden llegar a tomar forma de un ataque de pánico.
Los adolescentes pueden reconocer este temor como excesivo e irracional, en cambio los niños no lo logran manifestar. Este miedo se asocia a una conducta de evitación de las situaciones sociales o actuaciones en público temidas o bien se experimentan con ansiedad o malestar intensos, esto interfiere con la rutina normal del individuo, con sus relaciones académicas o sociales, generando gran malestar.
En los niños, se necesita demostrar que sus capacidades para relacionarse socialmente con sus familiares son normales y han existido siempre, y que la ansiedad social aparece en las reuniones con individuos de su misma edad y no sólo en cualquier interrelación con un adulto. La ansiedad puede traducirse en llanto, tartamudez, parálisis, abrazos o aferramiento a familiares cercanos, y la inhibición o abstención de mantener relaciones con los demás llegando incluso al mutismo.
Los niños mayores pueden mostrarse excesivamente tímidos en los ambientes sociales alejados de la familia, eludir los contactos con los demás, rehusar a participar en juegos de equipo y mantenerse típicamente en una posición de segunda línea en las actividades sociales, procurando aferrarse a sus familiares de mayor edad. Los niños no tienen la oportunidad de evitar la totalidad de situaciones temidas, y es posible que se muestren inca paces de identificar la naturaleza de su ansiedad. Pueden presentar disminución de la participación en clase, negativa a asistir al colegio o rechazo a las actividades y citas adecuadas para su edad.
Pueden inventar razones de por qué no pueden ir a la escuela, rehusar subirse al autobús, y rehusar formar parte de actividades extracurriculares. En el salón de clases, estos niños evitan desesperadamente hablar o leer en voz alta en clase. Es la llamada timidez, que limita muchas opciones y oportunidades de los niños y adolescentes y les convierte la vida escolar en un doloroso drama cotidiano.