Juegos e infancia son inseparables. Un niño que no juega está perdiendo la herramienta de aprendizaje más poderosa con que cuenta en este periodo de su vida. Aunque los niños juegan continuamente de manera espontánea, es tarea de los papás estimularles adecuadamente y guiarles en sus juegos.
El juego es uno de los aspectos más importantes en el desarrollo de los niños. Desde pequeños, los niños van superponiendo la imaginación a la realidad para ir descubriendo poco a poco el mundo que les rodea. Pero no sólo eso, jugar contribuye al buen desarrollo psicomotriz del niño, que sentará las bases para su posterior etapa de aprendizaje.
A través del juego, el niño se ve obligado a pensar en posibles soluciones, lo que influye en su desarrollo cognitivo; a idear soluciones originales, lo que fomenta su creatividad; a relacionarse con otras personas, lo que ayuda a sentar las bases de su desarrollo socioemocional; a adoptar puntos de vista externos a sí mismo, lo que ayuda a la construcción del pensamiento infantil, y un largo etcétera de mecanismos que serán muy útiles para el niño en su vida adulta.
En el caso de los bebés, la estimulación temprana de sus sentidos a través del juego adquiere una importancia vital para su futuro desarrollo físico y psicológico. Jugar con sus piececitos le ayudará a desarrollar la vista y el tacto; escuchar cómo le hablan sus papás, desarrollará su oído y su capacidad de imitación de sonidos, etc. Por eso, en esta etapa, los juegos sensoriales se hacen imprescindibles.
Más tarde, el niño continuará aprehendiendo la realidad progresivamente a través del juego. En este momento, los papás deberán ofrecerle juegos educativos y variados, en los que el niño trate de resolver problemas cada vez más difíciles e interesantes.