El niño desarrolla su sexualidad desde que es apenas un bebé. La satisfacción de ser alimentado durante la lactancia no solo le produce placer cuando logra saciar su apetito; succionar la leche materna les procura un gran deleite que continuan recordando mientras se chupan el dedo.
Las caricias, el momento del baño, y toda muestra de afecto intensifican estas sensaciones. Mientras crece, cerca de los 2 años comienza a explorar su cuerpo y tiene mayor control sobre él (fase anal), comprende lo importante que es ir al baño solo, pues al no hacerlo nota el desagrado de su madre.
El niño sigue madurando, descubre sus órganos genitales; y sabe las diferencias entre una niña y un niño. Es un tiempo de muchas preguntas, se inician los juegos donde se intenta conocer más sobre la sexualidad, jugar a los médicos por ejemplo.
A los 3 ó 4 años aparece el complejo de Edipo. El niño se acerca a su madre inconcientemente, mientras intenta desplazar a su padre de todo contacto. Incurre en la cama de sus padres, tratando de separarlos (lo mismo sucede en el caso de una niña), pero al fracasar en su deseo; acepta la realidad. Luego de este periodo se se inician verdaderas relaciones amorosas, aquellas vividas en la pubertad.